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Elogio de la esencia

Crítica del disco Marenzio, Madrigals de Qvinta Essençia publicado en 2019 bajo el sello La mà de Guido.

Por Joan Magrané 09/05/2019 – El Temps de les Arts

«Para servirse del alma, 
cuán sutil ha sido el cuerpo!» 
(Sobre un tema de Vicente Aleixandre, Carles Riba)

Qué dificil debe ser no dejarse arrastrar por la inercia, por las mil y una tentaciones que sobrevuelan el actual mundo de la industria musical, huir de lo efímero, del chivo gordo y el ir a lo ancho manteniendo el rumbo hacia adentro, hacia el núcleo del ser, hacia la música, hacia el texto, ir a la esencia, al alma de las cosas y hacerlas cuerpo, carne, canto!

Parece ser que en nuestro país, donde abundan las excepciones -de hecho, en todo, nos salvan las excepciones y las personas que, con la autenticidad como estandarte, la honestidad grabada en el pendón, tienen la convicción de que el arte es sinónimo de libertad y que reman día tras día contra corriente para realizar sus proyectos y hacérnoslos llegar. Como un disco.

Como este disco, Marenzio, Madrigals, de Qvinta essençia, un cuarteto vocal dedicado en cuerpo y alma a la polifonía renacentista y al arte del madrigal formado por Èlia CasanovaHugo BolívarAlbert Riera y Pablo Acosta, cuatro cantantes de trayectorias ya sólidas, que apenas acaba de aparecer en el sello La mà de Guido.

El madrigal es una forma libre, viva, donde el texto es el amo y señor de la música, como no podía ser de otra manera entre aquel vivero de humanismo que latía con fuerza en las mejores casas de las ciudades-estado italianas: de Giovanni Pico della Mirandola, que podría ser el cerebro, a Michelangelo Buonarroti, que podría ser la carne (por vía del mármol, claro), todo puesto en verso por Francesco Petrarca. Arte y saber, Amor y Psique, poesía y música.

Sin las aportaciones, bien arraigadas en la polifonía sacra, de los compositores franco-flamencos que trabajaban en Italia, la cosa, tal vez, no habría cogido la entidad que cogió. Josquin DesprezJacques ArcadeltAdrian Willaert y tantos otros se embriagaron del genio particularísimo del mediterráneo, de luz, y sentaron las bases de un nuevo arte que abrió las puertas de una invención aún mayor poco tiempo más tarde: la ópera.

Ya muy pronto, el género comenzó a fructificar en abundancia también en manos de los compositores autóctonos: de Cipriano de Rore a Claudio Monteverdi, pasando por Carlo Gesualdo. Y Luca Marenzio, algunos de los madrigales del cual, de tema eminentemente pastoral, protagonizan este primer disco de Qvinta Essençia .

El cuarteto se aproxima a estas poesías en música, a estas rimas en polifonía, alejándose del camino de la ortodoxia (un camino que suele llevar al terreno baldío y ralo del academicismo) para adentrarse en la húmeda y frondosa selva de la sensualidad y del placer. Su interpretación está llena a rebosar de detalles y de movimiento. La retórica intrínseca en esta música estalla en mil colores. Todo ramifica y florece.

Cada una de las cuatro voces sabe encontrar su espacio en el conjunto para hacer que la expresión del texto y de la música esté en el centro de todo. Los cogen, texto y música, y los estrujan y los ponen del derecho y del revés. Los desnudan. Los exprimen y todo se aprovecha: pulpa, jugo, semilla. Saben a ciencia cierta que, aunque pueda parecer contradictorio, el tuétano de cualquier obra de arte no tiene absolutamente nada de puro y limpio, que el arte, como la vida, es sinónimo de diversidad, de sangre y barro .

Naturaleza viva a cuatro voces. Reino del refinamiento y la pasión. El madrigal quintaesenciado.

Fuente (CAT): https://tempsarts.cat/7135-elogi-de-lessencia/

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